lunes, 11 de mayo de 2009

Untitled 1/03/08

Me decían que encontrar a la pareja ideal era cuestión de suerte, y yo era muy desafortunada.

Caminando un sábado mañanero por mi gran ciudad entendí que a veces era bueno acompañarse a sí mismo, porque a veces un loco no necesita más que música en la cabeza entonada con el aire fresco citadino.

Hice un recuento de los chambelanes que no tuve cuando no fue mi cumpleaños, y esto nadamás porque dos negativos dan un positivo.
¡Vientos, un punto a mi favor!

Decidí pues que la suerte guiara mi camino sin rumbo, no es que tuviera miedo a perderme, pues bien sabía que en alguna banqueta encontraría quien me recordara el camino de regreso a casa, es más, ni me interesaba hablar con extraños, mi único fin era revolver la mente del lector.
Supongo que ya te perdiste, pero yo no.

Me empezó a dar frío y se me presentaron dos opciones:
a) caminar más rápido
b) encender un fósforo

Me fui por la segunda opción porque había olvidado ingerir mi dosis de cafeína cotidiana que era la encargada de brindarme energía. Y no sé ustedes, pero un cerillo de madera desprende un característico olor sabrosísimo, lástima que el calor relativo es insignificante frente a un clima como éste.

Así que seguí con mi excursión scout de un integrante.
Sin brújula y sin la posibilidad de guiarme por las estrellas guardé la calma, confiada en que nada grave podría pasarme.